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Crónica de un ataque anunciado por Jorge Elías

Las dos caras de los atentados: celebraciones jihadistas en las redes y conmoción en Bruselas

Bruselas, blanco de tres atentados coordinados por el Estado Islámico, alberga a las principales instituciones de Europa

Por Jorge Elías

Era previsible, según el primer ministro de Bélgica, Charles Michel. “Pasó lo que temíamos”, redondeó. “Los terroristas atacaron Bruselas, pero el objetivo era Europa”, repuso el presidente de Francia, François Hollande, golpeado por los dos atentados contra París en 2015. La ira sacudió tres veces a la capital de Bélgica, sumiendo en el pánico al aeropuerto y una estación de metro. Sacudió, en realidad, a los cimientos de la capital del continente, sede de instituciones de la Unión Europea (UE) como el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, aunque también sesione en Estrasburgo. Dejó decenas de muertos y heridos. Y un sello, el del Estado Islámico (EI), alias ISIS, alias Daesh, reivindicando la autoría.

Pudo ser a causa del arresto, días antes, de Salah Abdeslam, cabecilla de los atentados de noviembre en París. Lo detuvieron en el barrio de Molenbeek, Bruselas. Ese enclave de 100.000 habitantes, con mayoría de musulmanes, más de veinte mezquitas y pocas oportunidades laborales, es una suerte de semillero de radicales islámicos que, desencantados, se enrolan en el EI en Siria y en Irak o, como células dormidas, en casa. De allí no sólo salió Abdeslam, sino también terroristas vinculados con los ataques de Atocha, del semanario satírico Charlie Hebdo y del museo judío de Bruselas. En el siglo XVIII era un vecindario próspero de la revolución industrial. Después sufrió la reconversión. Desde los años setenta alberga a ciudadanos del norte de África, sobre todo marroquíes. Sus descendientes engrosan ahora la legión de desempleados. Sólo en el barrio ronda el 45 por ciento.

Bruselas, como temía el primer ministro Michel, escribió la crónica de un ataque anunciado. Tras el atentado contra el museo judío, en mayo de 2014, estaba en alerta. Ese golpe dejó al descubierto la posibilidad de que jóvenes europeos atentaran contra Europa, además de sumarse a las filas del EI al conjuro del incipiente califato. En septiembre de ese año, 46 fundadores y miembros de Sharia4Belgium, organización con capacidad para reclutar y adiestrar jihadistas, fueron juzgados en Amberes. Poco después, tras los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París, todas las sospechas sobre los atentados apuntaron contra el barrio de Molenbeek, la guarida de Abdeslam, a pasos del distrito histórico de la capital belga.

En un momento crucial de Europa, con una ola de refugiados que inyecta odio a los movimientos xenófobos y reporta votos a los partidos ultraderechistas, atentados sincronizados como los de Bruselas, después de los acaecidos en París, alimentan los prejuicios y hacen retroceder varias casillas a la política de apertura de fronteras de la UE. Detrás de cada rostro árabe hay un potencial “soldado de la jihad”, capaz de asesinar apóstatas e infieles en un aeropuerto, una estación de metro, un restaurante, un teatro o un estadio de fútbol. “Siempre ganaremos, porque ustedes le temen a la muerte y nosotros no”, proclaman. Juegan con ventaja. La guerra en Siria, desbocada desde la Primavera Árabe, es apenas una excusa, como la religión.

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Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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