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EL CIERRE DE LA RAMBLA por Mariano Wullich

 

Más allá del lomito, el bar de Posadas y Ayacucho tuvo su incendio o el “Yo me borré”, de Casildo Herrera

 Ni las medallas que dan los años ni los galones de esa esquina le alcanzaron a La Rambla para enfrentar los sobrados días de la cuarentena: la que blandió su estoque y concluyó con la faena. No pudo, le fue imposible, aunque extraña que sus luces no hayan tenido un poco más de resto.

Sabemos cómo es esto. Quince sueldos, expensas, luz, cero ingresos y el miedo a lo que vendrá con un salón muy chico en el que un puñado de comensales podrán ingresar. No sé si a su dueño, Pablo Suárez, le faltó la habilidad que otros gastronómicos tienen. Si fue prudente, demasiado conservador, timorato o “no tenía piso”. Eso es comercio.

Yo puedo hablar de La Rambla, más allá de toda la familia Suárez, sus siempre dueños. Les voy a contar de algunos mitos.

El sándwich de lomito era excelente, como lo fue en decenas de lugares de La Argentina (¿dónde más?). Cuándo hablan del lomito de toda la vida, no es otra cosa más que el tradicional, el que el “Negro” Cortés bautizó en 05, Loleto (lomo, lechuga, tomate). Después, morrón, completo o con un huevo frito, agregados, infinitos. Se destacaba el especial de jamón y queso en pan francés, como en el Splendid (Posadas y Libertad) o en el Socorrito (Juncal y Arenales). En la gastronomía de La Rambla se lució el clásico Coloradito. Hace cuatro años, subía por Ayacucho y, en una de las mesas de la puerta, Rafaelito de Oliveira Cézar estaba con el elixir colorado: “Creéme, nunca te lo sirven igual que acá.”

Tuvo otras cosas. La escalera, el balconcito y una iluminación que le daba calidez a esa esquina.

“¡Yo me borré!”

Cuentan tantas cosas. Los periodistas ponen nombres de famosos de la época, esos que siempre están en todos lados pero no son clientes de ninguno. Nadie se acuerda del “¡Ah, no sé: ¡yo me borré!”, de Casildo Herrera. Fue cliente de La Rambla el por entonces Secretario General de la CGT, que escapó al otro día de llegar el Proceso. Ya lejos de esta Rambla, le dijo en la rambla uruguaya a un cronista que le preguntó por la Argentina: “¡Ah, no sé, yo me borré!”.

El incendio

¿Y el incendio, nadie se acuerda? Fue hace más de 40 años que La Rambla se prendió fuego: “La quemaron los gallegos”, dijo uno. “Si, para cobrar el seguro”, se jugó otro cliente. Yo no soy ni fui bombero para saber de qué lado vino el fuego, pero renació.

Y en esa esquina, La Rambla siempre estuvo “embretada” entre boliches, hoteles y lugares, casi todos buenos o con cosas para contar: Snob, el Alvear, Bwana, Propietarios de SPC, El Sanjuanino o esos cuartos para acostarse un rato en el número 2020 de Ayacucho: “¡Que chucho, Manucho!”.

Mariano Francisco Wullich

 

 

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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