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Silla del bar, un ícono

La primera. Francisco José López de Vega, director y consejero delegado de Indecasa, posa con la silla madre del invento, una réplica de la Barcino (210 euros); trenzada en médula natural y cuatro centímetros inferior al prototipo actual.

La primera. Francisco José López de Vega, director y consejero delegado de Indecasa, posa con la silla madre del invento, una réplica de la Barcino (210 euros); trenzada en médula natural y cuatro centímetros inferior al prototipo actual.


En Europa y América la silla Barcino que diseñó Joan Casas en 1963 es objeto de culto. La firma Indecasa defiende con éxito la filosofía del 100% made in Spain. De la mano de su consejero delegado, Francisco José López de Vega, descubrimos las claves del éxito de la empresa que creó la silla que llenó las terrazas españolas.

Le ocurre desde hace 25 años en toda feria internacional donde exponga, indefectible. «¿Ustedes en qué parte de Italia fabrican?», le preguntan. «No, nosotros fabricamos en España», contesta. Y ocurre con los clientes más esnobs (pongamos los rusos), que de la admiración pasan al pasmo y de ahí, a irse sin la silla. Porque lo que fabrica y vende Indecasa son sillas, tumbonas y todo aquello donde uno pueda «sentarse bien para sentirse bien» (eslogan de la firma), además de las mesas que acompañan.
Se autodenominan «los últimos mohicanos», una de las poquísimas empresas españolas que aún fabrica absolutamente todas las piezas que utiliza, y que además diseña y comercializa personalmente todos sus productos; y lo hacen en el mundo entero. ¿Saben dónde quedan las islas Granada? Pues allí también. La mañana que nos vimos despachaban 200 sillas de terraza para Omán, península Arábiga.
Nació Indecasa en 1962 y bebió de la fuente del aluminio. Nos lo cuenta su hoy director y consejero delegado, Francisco Javier López de Vega (Barcelona, 16 de enero del mismo año 62), hijo del fundador: un inspector de Hacienda con vocación de ingeniero industrial, José María López Capónt, gallego de Vigo que por las mañanas controlaba los impuestos de bebidas alcohólicas y otros especiales, y ocupaba las tardes montando y dirigiendo una fábrica revolucionaria en su concepto. «En los años 60 todo el mobiliario de exterior se hacía en hierro, que es un material muy costoso, pesado y perecedero», recuerda Francisco.
Así que Industrias del Camping-Industrias de la Casa, que así se llamó en origen el negocio, se lanzó a innovar con el aluminio, ligero, fácil de conservar y de vida larguísima. Primero hicieron algo muy simple: la típica silla bajita y plegable que hoy (en plástico chino) los señores nos llevamos a la playa. Ya a la segunda acertaron: silla de terraza, de láminas de aluminio, apilable y ligera. El modelo Mónaco iba a ser copiado en el mundo entero, hasta tal punto sería replicado que nos ha hecho olvidar el original: una estructura bellísima y ergonómica, que se ensambla sin apenas tornillos, el cuerpo superior sujetando el asiento, como una figura perfecta de yoga.
Y a la tercera, triunfan: la Barcino (1963), aluminio curvado y médula natural o enea trenzada (hoy tejido sintético, pero todavía hilada a mano), silla que en España se contempla con una especie de indiferencia patria, pero que se convirtió a partir de los 90 en objeto de diseño y culto en Europa y América bajo el título de The Spanish Terrace Chair.
Icono. La silla Barcino, creada en 1963, llenó las terrazas españolas y ha acabado por convertirse en un diseño de culto.

Icono. La silla Barcino, creada en 1963, llenó las terrazas españolas y ha acabado por convertirse en un diseño de culto.

Reconocida

El libro Los objetos esenciales del diseño español que Juli Capella publicó en la prestigiosa Lunwerg recogía a la Barcino, así como otras antologías del diseño. Además, está presente en importantes museos internacionales de artes decorativas. Cien por cien Made in Spain, para más señas, Artés, periferia de Manresa, Barcelona. Entre 1960 y hasta hace un par de años, todos los modelos de Indecasa salieron de la pluma de Joan Casas, dibujante, publicista, diseñador gráfico e industrial, tristemente fallecido el pasado agosto. Hoy el diseño está en manos de jóvenes de las mejores escuelas catalanas, Eina y ESDi.
Polígono industrial de Artés. Hasta aquí llegó José María López Capónt por su obligado celo sobre la actividad vitivinícola de las cooperativas del Pla de Bages, y aquí estableció en los 70 la industria que 10 años antes había fundado en Cerdanyola del Valls. Ya entonces exportaban el 60% de su producción. «Éramos los chinos de Europa, entonces había necesidad, hambre incluso, y a la vez, una mano de obra cualificada que cobraba salarios muy inferiores a los europeos».
Pero el gran margen de aquella producción, suele suceder, se lo quedaban los importadores que aquí compraban a precios muy razonables. Entonces llegan los años 80, «aquella fiebre del disseny, ¿te acuerdas?», cuenta Francisco, y al frente del negocio se habían situado su hermano y un comercial austríaco, que contagiados de la corriente preolímpica, se lanzan a proyectar cientos de ideas.
Llega Francisco en el año 90, licenciado en Derecho, máster en Esade y, como su padre, ingeniero frustrado (no hay más que ver cómo acaricia las piezas, cómo se deshace en explicaciones frente al torno, la fresadora o la cuba de anodizar aluminio, con qué orgullo presenta su más potente robot capaz de convertir un tubo de metal en una pieza de vitrina). Y se propone industrializar, a base de diversificar y fabricar pequeñas cantidades, productos con mayor valor añadido, olvidando la guerra de los precios que empezaba a arreciar por la rampante competencia asiática.
«Nosotros hemos renunciado a ser los más baratos, nuestra guerra es la calidad. Todos mis competidores en España han tenido que cerrar por haberse metido a competir con lo que llega de Asia; yo ni lo intento: mis sillas se veden con una garantía de 15 años, empleamos muchísimos recursos en reparar y reponer piezas de modelos que vendimos hace más de cuatro décadas, y les falta un tornillo o una lámina, o lo que sea, pero que aún se utilizan».
Sofá Dunas 01. Creado por Jordi Ribaudí en 2009. Perfil de aluminio, líneas onduladas y como soporte de una red semitransparente. Precio: 1.169 euros.

Internacionales

Exportan el 80% de lo que producen, principalmente a Estados Unidos y Europa, y paradójicamente, su principal mercado comunitario es Italia. En unos días, Francisco López de Vega viajaba a Londres llamado por el equipo de diseño de sir Norman Foster, que le iba a proponer la fabricación de una silla diseñada en el estudio británico. «Hace años que la compré y ahí la tengo [la señala], la Tonet para Norman Foster; me costó 600 euros, pero me interesaba desmontarla y aprender soluciones aplicables a modelos nuestros», cuenta.
No es ni de lejos el único arquitecto estrella que requiere su mobiliario o colaboración; hace poco Toyo Ito amuebló un edificio emblemático en Chile con sus bancos, y el francés Jean Nouvel ha vestido la terraza de su ampliación del Centro de Arte Reina Sofía en Madrid con sus sofás y mesas Duna y su Flex Chair.
Convencida de su poderío, Indecasa juega en las ligas internacionales: «Pretenden que volvamos a ser los chinos del sur de Europa, pero resulta que podemos ser los alemanes del Sur. El problema es que no nos lo creemos. Tenemos que sacudirnos el pesimismo: podemos competir», asegura su director.
El mercado español, sin embargo, no solo ignora aquella silla que pobló nuestras terrazas antes de la fiebre del plástico, que por fortuna empieza a ser desterrado por algunas normativas urbanísticas municipales, sino que se niega a aceptar su relación calidad-precio: «Aquí la gente busca la relación precio-precio y nos tachan de sofisticados», se lamenta. Perjuicios del buen hacer.
Espiga OO. De Jordi Ribaudi, 2013. Compuesta por una estructura pintada, asiento y respaldo en poliéster. Precio: 258 euros.

Además, se precia Indecasa de ser una industria ecofriendly, que no genera residuos y produce un impacto energético bajo. «En su primera producción, el aluminio requiere un gasto muy alto, pero si lo divides entre los años que dura el producto y su interminable reutilización, el resultado es que has fabricado con un impacto energético muy bajo.
El agua que utilizamos para su tratamiento y enjuague se depura de tal modo que su pureza es más alta que la que recibo. Y la pasta resultante de este proceso la trasladamos a una cementera para ser utilizada como subproducto en la fabricación de yeso y cemento. Es decir: aquí no hay residuos», afirma.
Y todo ello Made in Spain, del primer hasta el último tornillo: «Somos 100% Marca España», termina López de Vega, al tiempo que se queja: «Partimos de una desventaja en el mercado internacional por el mero hecho de ser fabricantes españoles; yo creo que mereceríamos mejor trato por parte de papá Estado». ¿Dónde en Italia estaba su fábrica?

Más información: Todos los modelos y mobiliario en www.indecasa.es

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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