En el nombre del Papa por Jorge Elías
Nelson Castro explora con tono periodístico y mirada médica los pormenores de la salud de los papas desde León XIII hasta Francisco
Juan Pablo I, el primer papa que eligió un nombre doble y el primero en nacer y morir en el siglo XX, ordenó iniciar su pontificado con una misa, no con una ceremonia de coronación. Murió en circunstancias extrañas a los 33 días de su papado. León XIII era llamado “el papa obrero” por haber escrito la primera carta social de la Iglesia, Rerum Novarum (De las Cosas Nuevas), en 1891. Pío X y Benedicto XV se negaron a ser embalsamados. El médico de Pablo VI decidió no hospitalizarlo en sus últimos días porque no se trataba de un hombre común. Murió rezando el Padre Nuestro.
Revelaciones de Nelson Castro, periodista y médico, en La salud de los papas: medicina, complots y fe desde León XIII hasta Francisco. Su último libro o, acaso, un reto aceptado. El de Francisco en Roma, nada menos. “Le recuerdo que usted tiene que escribir un libro sobre la salud de los papas en el que yo le voy a hablar de mis neurosis”, le soltó Transcurría octubre de 2017. Cuatro años después de investigaciones en el Archivo del Vaticano a cargo de Marina Artusa y de una extensa entrevista del autor con el Papa, el encargo dio a luz con el sello de Sudamericana.
Las revelaciones de Castro, de lectura amena, cobran relieve con su honestidad intelectual: “Desde hace siglos, el Vaticano se empeña en hacernos creer que los papas conservan la lucidez hasta el último aliento y que mueren, en la gloria divina, de un modo casi envidiable, dulce y apaciblemente”. Viven y mueren como cualquiera de nosotros, en realidad. Padecen dolencias y, en algunos casos, atentados, como Juan Pablo II, pilar de la caída del Muro de Berlín. Mehmet Ali Agca y Oral Celik intentaron asesinarlo en la plaza de San Pedro en 1981. Agca se abrió paso entre la multitud hacia el papamóvil y gatilló seis veces. Lo detuvieron. Celik huyó.
Tanto Juan Pablo II como Pablo VI evaluaron renunciar por razones de salud, devela Castro
El Papa, “que nada había visto, comenzó a percibir una sensación de quemazón y un dolor en el abdomen que lo hizo trastabillar”, cuenta Castro sin descuidar, en ningún caso, el contexto histórico de cada uno de los pontífices. El papamóvil, “en lugar de dirigirse a un centro médico de alta complejidad”, enfiló hacia el Palacio Apostólico. Pulso débil, presión arterial baja, frecuencia cardíaca alta. Tenía una hemorragia interna. Era grave. Dos años después, Juan Pablo II visitó a Agca en prisión. Logró que fuera indultado y deportado a su país, Turquía.
Tanto Juan Pablo II como Pablo VI evaluaron renunciar por razones de salud, devela Castro. Devela y desvela. No sólo describe el estado físico y anímico de los representantes de Dios en la Tierra, sino también sus asuntos personales. Le dijo Francisco que duerme “como un tronco”. Que tuvo un cuadro pulmonar severo, una delicada afección en la vesícula, un problema cardíaco. Que consultó con una psiquiatra. Y, entre otras confidencias, le dejó una reflexión con tono de consejo: “A las neurosis hay que cebarles mate. No sólo eso, hay que acariciarlas también”. Quizá como a las páginas de este libro.
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial