Turismo

ORLÉANS, LA CIUDAD DE JUANA DE ARCO

 La ciudad de Orléans, enclavada en el corazón de Francia, debe gran parte de su fama a Juana de Arco, la doncella que salvó a su país de los ingleses en 1429, pero también a su histórica vinculación monárquica diluida tras la Revolución Francesa. Hoy, la capital del Departamento de Loiret, clásico rival de París, es un excelente punto de partida para realizar excursiones por el Loira «más salvaje» y por sus castillos y abadías más cercanos.
   A orillas del gran Loira se levanta esta ciudad de 150.000 habitantes de origen romano, que fue ocupada por los prusianos en 1870 y muy dañada por los bombardeos durante la II Guerra Mundial. La catedral de la Santa Cruz es, junto a los cinco puentes de Orléans (uno de ellos ha sido diseñado por Santiago Calatrava), el monumento que sobresale de todo el conjunto urbano. Da igual que se acceda a la ciudad por el norte o el sur. Sus dos imponentes torres, más altas que las de Notre Dame en París gracias a sus 84 metros, llaman la atención de un visitante que se encuentra ante un edificio iniciado en el siglo XIII y que acabó siendo terminado en el siglo XIX en un estilo supuestamente gótico. Atrás quedaba su proceso de reconstrucción después de que los hugonotes lo incendiaran a finales de la década de 1560.
   La «catedral de los Borbones», por ser quizás el lugar de recreo favorito de los reyes franceses, fue blanco de la ira de muchos antimonárquicos como el propio Víctor Hugo en el siglo XIX. Mucho antes los tres grandes escudos reales que brillaban en su fachada -Francia, Navarra y Luis XV- desaparecieron tras el triunfo de la Revolución.
   El interior del templo ofrece al visitante un recorrido a través de la vida de Juana de Arco con una sucesión de vidrieras que muestran desde su revelación divina hasta el martirio de la heroína en Rúan. De hecho la iglesia es testigo todos los años de la celebración de la liberación de la ciudad por su «doncella» de 17 años. En los primeros días de mayo la fachada y las torres se iluminan para presidir un espectáculo de luz y sonido pero no faltan durante la fiesta conciertos, espectáculos, música extranjera, oficios religiosos solemnes y una comitiva de las provincias francesas con trajes tradicionales. Una tradición llena de color en la que toda la ciudad participa con el testigo habitual de la lluvia que suele aparecer curiosamente en los actos conmemorativos.
   En las cercanías de la catedral se levantan varias mansiones del Renacimiento, pero la más grandiosa es el Hotel Groslot, una casa de ladrillo rojo del siglo XVI, en proceso de restauración, donde se alojaron los reyes Carlos IX, Enrique III, Enrique IV y Francisco II (quién murió aquí a los 17 años). El edificio fue el ayuntamiento de la ciudad durante casi 200 años (1790-1982) y en él se pueden ver varias pinturas y recuerdos de la heroína Juana de Arco y un par de arcones de madera dedicados a Francisco I. Hoy es muy popular entre los habitantes de Orléans, pues es aquí donde se celebran las bodas civiles y algunas ceremonias oficiales.
   Pero más allá de sus monumentos históricos, Orléans es una ciudad para disfrutar al aire libre paseando entre sus calles y casas medievales, sus terrazas y tiendas, y partiendo casi siempre de la plaza Martroi, donde se levanta la estatua ecuestre de Juana de Arco, figura clave en el final de la Guerra de los Cien años. También se puede visitar Orléans en bicicleta gracias a su oferta de alquiler de esta clase de vehículos, pero en cualquiera de los casos el paseo no defraudará en esta «puerta de entrada» del valle del Loira.
   Siguiendo la ribera del Loira en dirección a Briare y su histórico puente canal, hay que hacer una parada en la abadía benedictina de Fleury, uno de los principales monumentos del arte románico en Francia, en el que destaca la basílica de Saint Benoit (San Benito), un centro de peregrinaje con una atmósfera muy especial en el que todavía los monjes entonan cantos gregorianos y donde se guardan las reliquias del santo. Éstas fueron traídas en el siglo VII por un grupo de monjes de Fleury y otro de canónigos de la Catedral de Le Mans. Desde aquella época, los restos mortales del Patrón de Europa reposan en la cripta que es la auténtica «joya» del templo junto a los capiteles historiados de la basílica.
   Muy próximo a la abadía se levanta el castillo de Sully-sur-Loire, el primero del valle del Loira. Este suntuoso y bello edificio, que destaca por su imponente torre del homenaje, fue la residencia de Maximilien de Betthune, un famoso ministro de Enrique IV en el siglo XVI, Gran Maestro de Artillería (el castillo está repleto de elementos decorativos de este cuerpo militar) y muy devoto al rey.
   La fortaleza en sí cautiva desde el exterior, pero en su interior lo más impresionante son sus mansardas de las última planta con una estructura abovedada en madera de roble -de los bosques de Cerdon- de 35 metros de largo por 15 de alto. Fuera, en su bellísimo parque ajardinado, no hay que dejar de ver su puente de madera y sus fosos todavía en agua donde es muy corriente ver a los niños pescando.
   Regresando a Orléans por el interior puede terminarse la excursión en el Castillo de Auvigny sur Nère, una fortaleza vinculada a los Estuardo que fue parte del reino de Escocia durante varios siglos, por cesión del rey Carlos VII a Juan Estuardo, capitán de su guardia escocesa, tras la defensa de la ciudad de Bourges con sus 10.000 hombres.

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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