El apoyo dispar a Ucrania por Jorge Elías
La comunidad internacional responde a la guerra en Ucrania según sus intereses, privilegiando en algunos casos sus vínculos económicos con Rusia y China
El lanzamiento coincidió con los bombardeos en la región del Donbass, limítrofe con Rusia. Frente a los rusos y el mundo, Putin procura reparar dos humillaciones: el fracaso en tomar la capital de Ucrania, Kiev, madre de todas las ciudades rusas, y el hundimiento del Moskva, barco insignia de su flota en el Mar Negro desde el año 2000. También hubo un teléfono descompuesto. En medio del asedio, el Kremlin anunció que había entregado al gobierno de Volodymyr Zelensky una propuesta por escrito para retomar las negociaciones. Zelensky creyó que era una respuesta a su propia oferta. Jura que nunca la recibió.Vladimir Putin lleva una rama de olivo en un bolsillo. La exhibe frente a los rusos. En el otro bolsillo asoma un nuevo misil balístico intercontinental con capacidad para portar hasta 15 cabezas nucleares. Puede destrozar un territorio equivalente a más del doble de la superficie de la provincia de Buenos Aires o el Estado de Texas completo a 17.000 kilómetros de distancia. Tiene un nombre poco amable: Satán II. Lo exhibe frente al mundo después de haberlo probado al mejor estilo del líder norcoreano Kim Jong-un cual aviso a los detractores de su presunta patriada en Ucrania.
De haberlo hecho, hubiera sido como preguntarle a un condenado a muerte si prefería un tiro en la sien o una inyección letal. Por la supuesta propuesta de Putin, Ucrania quedaría fuera de cualquier bloque como un Estado neutral, desmilitarizado, sin la anexionada península de Crimea y con el ruso como idioma oficial. La nueva fase de la guerra, con más de cinco millones de personas desterradas, según la agencia de refugiados de la ONU, se centra en el corazón industrial del este de Ucrania.
La mayoría de los 193 miembros de la ONU no se mostró solidaria con Ucrania ni adhirió a las sanciones contra Rusia
El país, dividido en dos, quedaría privado de sus minas de carbón, explotadas en forma ilegal, y de su industria pesada. Las negociaciones, estancadas en Estambul, impidieron al anfitrión, Recep Tayip Erdogan, haber sentado frente a frente a Putin y Zelensky. Turquía conservó un delicado equilibrio desde el comienzo de la guerra: no adhirió a las sanciones contra Rusia; mantuvo los cielos abiertos para la OTAN, de la cual es miembro; continuó vendiéndole drones a Ucrania, y cerró los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos a los barcos de guerra rusos.
Una posición equidistante, de modo de cobrar relieve internacional y salvaguardar los negocios a dos bandas. La matanza de civiles en Bucha echó por tierra las gestiones de Erdogan mientras Rusia, el primer miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU suspendido del Consejo de Derechos Humanos, tejió su propia red para sobrellevar los reproches. La OTAN, atada de pies y manos, no puede intervenir en forma directa de no ser atacado un país miembro. Ucrania no lo es. Inició el trámite para el proceso de adhesión en la Unión Europea para recibir fondos de modernización que, de no ser vetada su filiación, serán de reconstrucción.
La buena sintonía del primer ministro Narendra Modi con Putin no se vio empañada por la masacre en Ucrania a pesar de los reparos del presidente norteamericano, Joe Biden
En plan de ayuda a Zelesnky, Estados Unidos encabeza la lista con el envío de armas. España y Dinamarca, a tono con Alemania, Canadá, Francia, Italia, Polonia, Rumania, el Reino Unido y Japón, se sumaron a la cruzada. Una cruzada dispar. La mayoría de los 193 miembros de la ONU no se mostró solidaria con Ucrania ni adhirió a las sanciones contra Rusia. Entre ellos, India e Israel, aliados en Estados Unidos en materia de seguridad, no hicieron una cosa ni la otra. ¿Les faltó sensibilidad o les sobraron motivos?
India, el segundo país más poblado del planeta, procura protegerse de China y Pakistán. Es el mayor cliente mundial de armas de Rusia, su antiguo aliado durante la Guerra Fría. También importa petróleo y gas rusos. La buena sintonía del primer ministro Narendra Modi con Putin no se vio empañada por la masacre en Ucrania a pesar de los reparos del presidente norteamericano, Joe Biden. El primer ministro de Israel, Naftali Bennet, envuelto en una ola de violencia en su propio país, quiso mediar en el conflicto mientras atesora sus vínculos con Putin para contener a Irán, su principal enemigo, y a la vecina Siria, donde campean las tropas rusas.
En otras latitudes ocurre algo similar. Pakistán, archirrival de India, cerró un acuerdo de comercio preferencial con Rusia en medio de la guerra. Casi la mitad de los 54 gobiernos de África rechazó la condena a Rusia en la ONU. El riesgo no es sólo ir contra Putin, sino también verse perjudicados en la relación comercial con China, socio solapado de Rusia. Una elección difícil durante la tragedia de un pueblo que no ve más que impotencia a su alrededor. La ayuda militar y humanitaria no compensa los estragos para los cuales nadie estaba preparado. La pandemia sigue acechando con el miedo y la muerte como denominadores comunes, espejos de Ucrania desde el 24 de febrero. Sin olivos ni misiles.
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial