El primer desfile de Valentino Alta Costura por Alessandro Michele: belleza radical (e infinita) para tiempos inciertos
Con la llegada de Alessandro Michele a la dirección creativa de Valentino, el mundo puso la mirada en la Alta Costura. Su posicionamiento estético en el lado del maximalismo hacía presagiar que este nuevo capítulo en su carrera artística iba a ofrecer grandes momentos. Pero, a su manera, iba a hacerlo, ídem, a su manera. Primera decisión, apoyada por su CEO, Jacopo Venturini: limitarse a un desfile anual, en enero, desechando la cita de julio con la moda de élite. “La artesanía que exige será aún más venerada al otorgarle el lujo del tiempo”, rezaba el comunicado.
En sus años en Gucci introdujo códigos propios de la costura, pero nunca se adentró oficialmente en este exclusivo club, centrándose, en su lugar, en el prêt-à-porter, en accesorios superventas (y superlikes) y en hacer de la casa de la doble G una culture brand. En cambio, en la casa fundada por Valentino Garavani y Giancarlo Giammetti en 1960, esta división es más que estratégica: ya lo era en manos de su anterior diseñador, Pierpaolo Piccioli, y promete serlo ahora, con Michele al frente.
La cita era en el parisino Palais Brongniart, un emblemático edificio neoclásico que fue la sede de la Bolsa de París. La lluvia del exterior sumaba mayor drama al ambiente. En el interior, oscuridad y una iluminación azul añil que, de manera intermitente, revelaba un decorado consumado en cortinas drapeadas. La música, fantasmagórica, anticipaba ese sentido vertiginoso que articularía conceptualmente la propuesta. El misterio iba a ser revelado: fundido a negro y, después, una sucesión de lo que parecía código web en luces rojas. Se trataba de una lista de palabras que bien podrían haber sido extraídas al azar de cualquier texto, lectura o captura de pantalla del propio Michele: Tilda, Orlando, mother-of-pearl, sculpture, chiffon, catharsis y un largo etcétera de lo que podrían ser algunas de sus obsesiones.
“La fascinación por las listas y el gusto por la enumeración de cosas, personas y fenómenos siempre han acompañado la historia de la humanidad”, empezaba el diseñador en sus líneas sobre la colección. Citaba a Umberto Eco, lo que este denominaba “el vértigo de la lista”, y el romano aceptaba el reto: enfrentarse a este, dialogar con él y crear poesía a partir de ello. Y seguía: “Cuarenta y ocho vestidos: cuarenta y ocho listas. En cada lista coexisten elementos tanto materiales como inmateriales (…). Cada vestido no es solo un objeto, es más bien el nudo de una red de significados: una cartografía viva que conserva rastros de recuerdos visuales y simbólicos”. El resultado, un archivo narrativo que condensa lo que parece incontrolable: el tiempo, pasado, presente y futuro.
Qué mejor homenaje a una casa con historia que contemporaneizarla. En forma y fondo. El casi medio centenar de propuestas que Michele ha subido a la pasarela –debidamente numeradas y, tras los ecos fantasmales, arropadas por música celestial– supone un armonioso recorrido a la historia de la moda, a esa visión que une (y trasciende) a Valentino, creador, y a Michele, su nuevo mesías. En concreto, podría tratarse de un viaje a la evolución de la falda, desde las pannier del siglo XVIII hasta las minis o pareos de mediados del XX, sin pasar por alto las siluetas trapecio o godet. Eso, cuajado de gestos que encierran cierta rebeldía, además del acento en los pantalones bombachos, como la diversidad de edad en el casting o la decisión de un make up no make up y un hairstyle no hairstyle, dando el total protagonismo a la moda.
En la colección se sucede un elenco de bordados, muchos de ellos en oro sobre negro o bien en composiciones florales de estilo espolín; también de exquisitos tejidos, ahí va la lista: terciopelo, organza, tafetán, muselina. Para revestirlos, cuando es necesario, que es la mayoría de las veces, Michele los embellece con incrustaciones de pedrería, plumas o lazos. Estos últimos aparecen en diferentes tamaños y lugares, a modo de pajarita, abrazando el cuello de una camisa o como cinturón. No encontraremos una nueva vuelta a lo coquette, aquí las lazadas desvelan su versión menos pueril, mostrándose imponentes, sobrias, incluso majestuosas.
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial