En una paleta de color neutra, con uno que otro destello colorido —un abrigo y un vestido, ambos floreados, y bolsos en tonos sorbete—, la propuesta pinta la guía mandatoria que debemos seguir. Pero si de algo en específico hay que hablar es de los vestidos que ya se han convertido en nuestra obsesión. Explorando los distintos cortes y siluetas de esta prenda —en strapless, babydoll, ball gowns cortos, vestidos lenceros, en ‘A’, camiseros—, es claro que Prada quiere que esa feminidad sea la protagonista de la temporada. Los combina con stirrup leggings o medias y flats o slingbacks, y conjugan una manera única de vestir, desmitificando la frescura del verano y poniéndole cierto dinamismo a la ecuación.

En el minimalismo existe cierta sensualidad y Prada nos la dio con slip dresses, inspirados en su colección otoño-invierno 1994, que fusionan encajes y saten. A ello se le une un babydoll perfectamente construido y confeccionado, de caída rígida. Sin embargo, si precisamos en highlights —aunque confesamos es difícil escoger uno—, es imposible ignorar aquel vestido midi con escote profundo en ‘V’, visto en el primer capítulo por Willy Vanderperre, que sin problema podría integrarse a nuestro clóset como un clásico Little Black Dress. O que nos dices de ese ball dress con corsé y en cintura natural con detalles en encaje blanco (del segundo capítulo por Juergen Teller) que logran un sublime B&W y le dan dimensión al volumen de la falda. Por último, hablemos de los camiseros, en blanco y gris, que si de imprescindibles se tratará entonces estos cumplen el requisito.

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*Imágenes: Cortesía de Prada