Atilio Stampone. El adelantado que jamás rompió con el tango por Mariano Wullich
No había “un, dos, tres va…” No. Eran tres golpes de su mano en la madera del piano que encendían el teclado y la orquesta. Escuchar esa percusión era la maravillosa introducción que de ahí en más disparaba tango.
Diciembre de 1993, Punta del Este: en la última apertura de la península, el Café Homero. Si, allí en el endiablado balneario que le daba la espalda al tango. En el gran sótano, Atilio y su piano. El violín de la sinfónica de Montevideo y, otros dos grandes: Rubén Juárez y el “Marinero” Montes con su fuelle impar.
Toc, toc, toc y, el prodigio de una fiesta musical con “Mi amigo Cholo”, una composición soberbia a la que no le alcanzaba el pentagrama. Stampone se la había dedicado a un secretario de Redacción de La Nación: Enrique Ardissone, a quien no llegué a conocer. José Claudio Escribano me dijo: “Mariano, Atilio es un amigo y ¿sabés quien fue Cholo?”.
Atilio me dijo como fue: “Estábamos por comer en casa con mi mujer y Cholo. Le dije: ¿A ver si te gusta esto? Y le mandé un piano. Después me fui a la cocina, para tantear la comida. Cuando volví, se había sentado al piano, llorando frente a la partitura que en el título decía: “Mi amigo Cholo”.
En aquél verano fuimos con Antonio Montano (jefe de Fotografía de La Nación) a hacer una fotos en el puerto y para el Diario: Stampone con un blazer de verano y Juárez con el bandoneón en la mano. Me voy a quedar con esos recuerdos porque la biografía ya está escrita.
Este cronista, invitado permanente a las fiestas de La Barra, se rajaba en la madrugada: Vamos que en la península había Tango en Punta. Y, una noche, el estreno inesperado. La obra póstuma de Homero Expósito con la música de Atilio, algo que se quedó pegado en la memoria: “Con pan y cebolla”.
Cabeza como recostada, sonrisa sin mostrar dientes y, el gesto clásico de su mano en el saludo y en la aprobación. Hombre de ventanas y puertas cancel abiertas, por las que llegaban al vecino de enfrente sus ensayos, quien de tanto escucharlos les puso letra y salió esa maravilla llamada Afiches.
Y, los tres toques de su mano que me dejan en esta madrugada porque “Ya da a la noche la cancel, su piel de ojeras, ya moja el aire su pincel y hace con él la primavera…”.
Mariano Francisco Wullich
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial