Adiós a las siluetas rectas y la discreción: la Alta Costura se venga (por fin) del minimalismo
En la Semana de la Alta Costura de París, las ideas estallan y se divierten en busca de una inmensidad que repudia la discreción y ansía lo divino. En otras palabras: en épocas de crisis, el barroco consuela al espíritu a través de la estética.
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«Todas las cosas/ son demasiado pequeñas/ para contenerme,/ soy tan vasta/ en el Infinito/ alzo la mano/ hacia lo Increado/ lo he tocado». En el siglo XIII, Hadewijch de Amberes perseguía en su poesía lo que, en 2025, Alessandro Michele busca en su debut en la pasarela de la Alta Costura de París. A través de gorgueras, patchwork florales, rombos, vestidos con miriñaque, corazas con escamas bordadas y faldas trapezoidales, el diseñador romano ha estudiado el vértigo que induce contemplar el infinito, en sus manos, convertido en una fiesta. Las ideas de Umberto Eco intervienen para dirigir la colección: las listas, reflexiona Michele, aspiran a acotar lo inconmensurable para permitir manejarlo. En el espectáculo, la estética de la computación y unas luces relampagueantes subrayaron la intención del italiano: lo inconmensurable puede convertirse en una pesadilla. La humanidad lo amolda a su dimensión y, dueña de las yuxtaposiciones, lo convierte en divino.
Los límites de lo humano se sobrepasan también en Schiaparelli. Daniel Roseberry, su director creativo, reconoce la hybris (arrogancia) que implica perseguir la perfección y nombra Icarus a su línea de Alta Costura, que se tiñe del color del sol que le quemó las alas al hijo de Dédalo. Un tono avainillado baña las obsesiones que han consumido los últimos meses del estadounidense: las curvas casi líquidas de los años 20 y 30, el trabajo de Poiret y Alaïa, las plumas tratadas con queratina para imitar el pelaje de los monos y el cuero satinado. El objetivo de Roseberry se eleva como el de Ícaro: con la moda como herramienta, quiere «hacer el mundo mejor».
Mientras en Chanel esperan la llegada de Matthieu Blazy, su nuevo director creativo, el estudio de la casa francesa reincide en sus códigos: con mangas de cordero, gasas y tweeds se redeclinan en la paleta pastel y el blanco halla su límite en lazos negros encargados de trazar, sobre clavículas, cintura o caderas, la proporción de la silueta. Dior indaga también en su archivo para aterrizar en el presente. La silueta Trapèze, con la que Yves Saint Laurent se estrenó en la maison, se alterna con abrigos de noche, tocados punk de inspiración mohicana y guardainfantes que, descubiertos, se cuajan de aplicaciones florales en tonos malvas y nude. Para demostrar la vigencia de las técnicas de costura, Maria Grazia Chiuri, cabeza creativa de la firma, dibuja a una mujer capaz de, como Alicia en el País de las Maravillas, modificar a su antojo las proporciones del lugar que habita.
Con la vista en elementos náuticos y urbanos, Jean Paul Gaultier y Rahul Mishra celebran, en cambio cambio, la creación humana. En la intersección, Giorgio Armani Privè y Giambattista Valli: en la luz sobre la naturaleza, los italianos encuentran un nuevo camino por el que explorar el mundo.
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial