Entre Nosotros por Marcela Fittipaldi
09/03/2013
En el colegio pronto iban a hacer el concurso de historia que tanto le gustaba a Mateo, pero este año había un pequeño requisito, los grupos debían ser de cuatro personas para poder participar, por lo que debía buscarse tres acompañantes más. Al no tener amigos Mateo se vio obligado a pagar dinero a algunos de sus compañeros para que le acompañasen y así pudiera participar, pero con un requisito: ellos no debían responder a ninguna pregunta (recuerden que a Mateo le gustaba hacer las cosas él solamente para estar seguro de que todo salía bien).
Llegado el día del concurso, Mateo tuvo que concursar contra otro grupo de cuatro personas…. Pasada ya media hora, la puntuación entre ambos grupos estaba empatada y solo la pregunta final lograría desempatarlos. Se le formuló una pregunta realmente difícil al equipo contrario de Mateo, y no la supieron responder, por lo que el turno pasó directamente a nuestro protagonista, el cual a pesar de su inteligencia, tampoco sabía la respuesta. Uno de sus compañeros de equipo le susurró al oído una respuesta, pero al no ser suya no quiso aceptarla, así que el hombre que preguntaba tuvo que hacer una nueva pregunta al equipo contrario y este ganó.
Mateo, el que subestimaba a sus amigos
Mateo era un chico realmente listo. Sabía resolver cualquier problema y sacaba muy buenas notas; era bastante guapo pero no tenía muchos amigos y… seguramente ustedes (sí, ustedes que están leyendo este cuento) se preguntarán por qué. Pues lo cierto es que Mateo era egoísta y criticaba todo lo que hacían los demás porque pensaba que nada estaba lo suficientemente perfecto si no lo hacía él mismo. Eso hizo que la gente poco a poco se alejara de él y nadie quisiera nunca pasar los recreos a su lado. Aunque al principio se sintió mal, Mateo se acostumbró a la soledad y a pasar muchas horas sin ningún tipo de compañía…
Mateo destrozado, fue a preguntar cuál era la pregunta correcta y cuando el señor que hacía las preguntas le respondió a Mateo, esto hizo que se sintiera peor aún pues la respuesta que le dijo era exactamente la que su compañero le había susurrado y él se había negado a decir. En ese momento se dio cuenta de lo egoísta que había sido, y en lo mal que había tratado a los demás en este tiempo. Pidió perdón a sus compañeros y a toda esa gente que había subestimado y se comprometió a cambiar. Poco a poco Mateo empezó a darse cuenta que era mejor contar con amigos y desde ahora difícilmente se encuentre solo.
Es muy importante no pensar que somos los mejores en todo (hay que ser humildes) ni menospreciar al resto de personas; debemos estar dispuestos a aprender de los demás y valorarlos por lo que son.
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial
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