Paul & Joanne
14/05/2013
Ellos protagonizan el cartel del Festival de Cannes de este año, probablemente el más bonito de todos los tiempos. Así fue la historia de amor entre Paul Newman y Joanne Woodward
Si la justicia poética existiera Paul Newman y Joanne Woodward deberían haber rodado juntos una película que se llamara Solos contra el mundo. Se enfrentaron a papeles que les metían en la piel de parejas atormentadas, pero nunca en la de una en la que los protagonistas fueran tan distintos como apasionado su flechazo. Y así fue el de ellos.
Lo tuvieron todo en contra al principio. Él estaba casado y era fiel por naturaleza –sí, además de ser dolorosamente guapo, Newman era de esos– y las diferencias entre ambos eran tan notorias como incompatibles: Joanne era una actriz de método, amante de la literatura europea y de la buena mesa; Paul era un diamante en bruto al que le gustaba la velocidad y beber cerveza de la botella; muchos opinaban que ella era una actriz dotada de un talento fuera de lo común, pero también decían que él era sólo una cara bonita con dudosas dotes interpretativas. Pero entonces rodaron El largo y cálido verano (1958) y la atracción desatada entre ellos flotaba en cada toma que compartían.
Newman abandonó a su mujer y a sus tres hijos –no sin pasar antes por unas cuantas sesiones de psicólogo y varias borracheras– y se casó en Las Vegas con Woodward. Ya no se separarían nunca. Juntos emprendieron una vida tan normal que rayaba la extravagancia tratándose de dos estrellas de Hollywood. Pasaban las noches viendo películas en casa sin parar comiendo palomitas y viajaban siempre juntos dedicándose miradas que sólo las parejas con una complicidad extraordinaria pueden dedicarse.
Joanne dejó su carrera en un segundo plano para dejar que Newman le demostrara al mundo lo gran actor que podía llegar a ser. Fue una renuncia meditada y libre, aunque siguió trabajando, muchas veces compartiendo reparto con su marido, y regalándonos algunas de las interpretaciones más memorables del la historia del cine. Ella, y solo ella, fue la responsable de que esa mirada azul inabarcable envejeciera como lo hizo: con elegancia, con carisma y con una inteligencia de la que pocos actores de su generación pueden presumir. Newman es Newman porque Woodward estaba ahí.
Estuvieron juntos hasta la muerte del actor, en total 50 años, medio siglo consagrado al amor, ese amor pluscuamperfecto que vive siempre y que parece existir solo en la gran pantalla pero que Paul y Joanne decidieron hacer realidad en su vida privada. Nunca, en ninguna película fueron tan felices como lo fueron cuando estaban a solas, alejados de las cámaras. Y el Festival de Cine de Cannes, con ese maravilloso cartel protagonizado por la pareja, parece querer recordarnos que ése es el objetivo de las películas: que fantaseemos con historias imposibles y las convirtamos en el guión de nuestra vida. Como Paul & Joanne.
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial
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