Nadja Swarovski: «Las mujeres de mi equipo hacen malabarismos entre sus puestos y sus roles de madres»
15/04/2013
Nadja Swarovski tiene 43 años y es la responsable de haber convertido la firma en un gigante del lujo |
La empresaria austríaca ha sido bautizada como la «joya» y el «cerebro» detrás de la firma de cristal más grande del mundo. Los cristales de Swarovski llevan 118 años haciendo brillar a las mujeres más famosas del mundo. Desde la Reina Victoria hasta Marilyn Monroe, pasando por Audrey Hepburn e Isabel II de Inglaterra, la firma austríaca es la preferida de monarcas, cantantes, actrices, diseñadores y grandes damas de la «jet-set» internacional. A sus 43 años, Nadja Swarovski, tataranieta del fundador de este emporio de la moda, es la vicepresidenta de Comunicaciones Internacionales y la responsable de haber convertido la compañía en un gigante del lujo que genera ingresos por valor de casi tres mil millones de euros anuales.
La prensa especializada ha bautizado a Nadja como la «joya de la corona» y el «cerebro» detrás de la empresa, aunque ella prefiere compartir los honores con su equipo. «Es un cumplido increíblemente halagador, pero mis logros y el éxito de la compañía son en gran parte el resultado de un esfuerzo colaborativo con mis muy talentosos colegas», dice la heredera, madre de tres niños, Rigby, Thalia y Jasmine, fruto de su matrimonio con el financiero Rupert Adams. Pero lo cierto es que Nadja ha logrado que Swarovski sea mucho más que figuras de cristal, transformando la marca en sinónimo de alta costura, arte y decoración de «alto standing», creando desde muebles hasta automóviles, pasando por arañas de luces y motocicletas. «Cuando entré en la compañía fiché a Isabella Blow para reintroducir el nombre de Swarovski en la primera fila de la moda a través de colaboraciones con diseñadores como Alexander McQueen yPhilip Treacy. Ellos utilizaron nuestros cristales en formas muy innovadoras y vanguardistas, lo que no solo nos ayudó a descubrir nuevas maneras de trabajar el cristal, sino también a relanzar nuestra marca en la industria de la moda», explica a ABC. Esas colaboraciones iniciales han marcado una hoja de ruta que ahora Nadja utiliza para trabajar con nuevos talentos como los diseñadores Christopher Kane o Stefano Poletti, jóvenes de diferentes industrias a las que Swarovski provee de los mejores cristales del mundo: diseño industrial, joyería, arquitectura e indumentaria. Gracias a ese plan, la marca pasó en pocos años del kitsch de las figuras decorativas al glamour de la «haute couture». «El cambio puede ser un desafío y en un comienzo no fue fácil implementar mi visión, pero realmente creía en lo que estaba haciendo y agradecí el apoyo que recibí de mi padre y del comité ejecutivo de Swarovski», dice.
Todo en familia: Pero como ella misma reconoce, los comienzos de su plan de modernización de la empresa no fueron fáciles. Su primo, Daniel J. Cohen, responsable del negocio en Estados Unidos, se opuso a la transformación alegando que el dinero se hace «con el producto del día a día», y no con las «colaboraciones de superlujo». «Sin embargo, claramente Nadja es la cara de Swarovski estos días», llegó a reconocer Cohen en una entrevista a «Forbes», en 2004, otorgando la victoria a su prima. Una década después, parece ser que el clan ha podido limar las asperezas. «El trabajo en familia nos hace sentir orgullosos de la herencia que hemos recibido. Como miembro del comité ejecutivo de la empresa, comparto responsabilidades con mis primos, con quienes también comparto un sentimiento de orgullo, herencia y visión de futuro que nos une. Sí, nuestra pasión por este negocio nos ha unido, trabajar en familia jamás ha sido una faena para mí», dice. Sin embargo, cuando solo era una adolescente, Nadja se alejó de la fama y la fortuna de su familia, a la que allí se conoce como los «Rockefeller austríacos». «Cuando era pequeña, podía ver la fábrica de Swarovski desde la ventana de mi habitación. Cada conversación en los almuerzos y cenas familiares era sobre el negocio. Como todo giraba en torno al negocio, sentí la necesidad de dejar mi hogar y explorar mi verdadero talento», recuerda. Aquella aventura la llevó a estudiar en Estados Unidos, España, Italia y Francia; y a trabajar en Nueva York, París, Hong Kong y Londres. «Todo eso me hizo más independiente y me dio coraje para confiar en mis propios instintos». El «girl power»: Los vientos de cambio que ha traído Nadja a Swarovski se han convertido en un auténtico huracán, incluso en las altas esferas de la firma. «Ahora, la mayor parte de los altos cargos de mi equipo son mujeres y muchas de ellas hacen malabarismos entre sus puestos y sus roles de madres. Creo que las mujeres no tienen por qué comprometer su femineidad por un trabajo poderoso, ni tampoco tienen por qué sacrificar tener hijos por el trabajo. De lo contrario, podrían terminar resintiendo sus carreras o, peor aún, resentidas ellas mismas», aclara. Siempre incombustible, Nadja continúa haciendo cambios. «El año pasado lanzamos el perfume Aura en colaboración con Clarins. Y ahora, nuestra división de entretenimiento, Swarovski Entertainment Limited, acaba de finalizar su primera película, ‘‘Romeo y Julieta’’, que llegará a los cines a finales de este año, y ya estamos en proceso de iniciar una segunda película», anticipa. Podría decirse que Swarovski es como el rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro. O mejor dicho, en cristales.
Todo en familia: Pero como ella misma reconoce, los comienzos de su plan de modernización de la empresa no fueron fáciles. Su primo, Daniel J. Cohen, responsable del negocio en Estados Unidos, se opuso a la transformación alegando que el dinero se hace «con el producto del día a día», y no con las «colaboraciones de superlujo». «Sin embargo, claramente Nadja es la cara de Swarovski estos días», llegó a reconocer Cohen en una entrevista a «Forbes», en 2004, otorgando la victoria a su prima. Una década después, parece ser que el clan ha podido limar las asperezas. «El trabajo en familia nos hace sentir orgullosos de la herencia que hemos recibido. Como miembro del comité ejecutivo de la empresa, comparto responsabilidades con mis primos, con quienes también comparto un sentimiento de orgullo, herencia y visión de futuro que nos une. Sí, nuestra pasión por este negocio nos ha unido, trabajar en familia jamás ha sido una faena para mí», dice. Sin embargo, cuando solo era una adolescente, Nadja se alejó de la fama y la fortuna de su familia, a la que allí se conoce como los «Rockefeller austríacos». «Cuando era pequeña, podía ver la fábrica de Swarovski desde la ventana de mi habitación. Cada conversación en los almuerzos y cenas familiares era sobre el negocio. Como todo giraba en torno al negocio, sentí la necesidad de dejar mi hogar y explorar mi verdadero talento», recuerda. Aquella aventura la llevó a estudiar en Estados Unidos, España, Italia y Francia; y a trabajar en Nueva York, París, Hong Kong y Londres. «Todo eso me hizo más independiente y me dio coraje para confiar en mis propios instintos». El «girl power»: Los vientos de cambio que ha traído Nadja a Swarovski se han convertido en un auténtico huracán, incluso en las altas esferas de la firma. «Ahora, la mayor parte de los altos cargos de mi equipo son mujeres y muchas de ellas hacen malabarismos entre sus puestos y sus roles de madres. Creo que las mujeres no tienen por qué comprometer su femineidad por un trabajo poderoso, ni tampoco tienen por qué sacrificar tener hijos por el trabajo. De lo contrario, podrían terminar resintiendo sus carreras o, peor aún, resentidas ellas mismas», aclara. Siempre incombustible, Nadja continúa haciendo cambios. «El año pasado lanzamos el perfume Aura en colaboración con Clarins. Y ahora, nuestra división de entretenimiento, Swarovski Entertainment Limited, acaba de finalizar su primera película, ‘‘Romeo y Julieta’’, que llegará a los cines a finales de este año, y ya estamos en proceso de iniciar una segunda película», anticipa. Podría decirse que Swarovski es como el rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro. O mejor dicho, en cristales.
Cristales para mujeres brillantes
M.B. MADRID
La cantante Adele deslumbró en la última entrega de los Oscar luciendo un vestido de Burberry con cristales de Swarovski bordados por valor de 6.000 euros. «Era un vestido muy pesado», reconoció tras la ceremonia. Pero valió la pena para una noche en la que se llevó el galardón como autora del tema central de la película «Skyfall». Lo cierto es que las divas de la música sienten especial debilidad por los cristales de la firma austríaca. Beyoncé (izquierda) los ha lucido en un concierto en Atlantic City (EE.UU.). Ni siquiera los «royals» se mantienen inmunes al encanto de Swarovski. Charlene de Mónaco brilló con un vestido de Ralph Lauren bordado con los famosos cristales en el reciente Baile de la Rosa.
Marcela Fittipaldi
Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial
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