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Rock in Rio

El recorrido de siete días de nombres mayúsculos de la música pop y rock del momento (y también de los últimos 20 años) en el Rock in Rio brasileño arrancó el sábado con una diva en la flor de la vida comoBeyoncé y cerrará este domingo con una vieja gloria inmortal del tamaño de Iron Maiden recogiendo el testigo del enérgico concierto deMetallica del pasado jueves. Pero seguramente los más viejos del lugar y muchos de sus hijos no olvidarán nunca el paso torbellínico de Bruce Springsteen por Río de Janeiro, ciudad que no pisaba desde hacía 25 años y en la que ha dejado una huella imborrable como colofón de su gira latinoamericana, que le ha llevado también a Santiago de Chile, Buenos Aires y São Paulo. El envidiable estado físico del ‘Boss’, de 63 años, y su capacidad de interactuar constantemente con el público (ahora me mezclo entre los espectadores, ahora subo a unos cuantos al escenario) no son ni siquiera lo más impactante de su puesta en escena. Mientras The E Street Band desparrama su cálido y virtuoso delirio de rock y blues, un Bruce sudoroso y colorado mantiene intacta, durante casi tres horas de concierto, no sólo su energía, sino también una sonrisa infantil. Como si a cada minuto estuviera alucinando con el calor del público y agradeciéndolo. Y eso que son ya 40 años de carrera y unos cuantos llenando estadios, con 120 millones de discos vendidos en el mundo. Hablamos del gran e inquebrantable icono positivo de Estados Unidos y de una religión, la ‘springsteenmanía’, que profesan fans de todo el mundo. Si en Chile hizo un guiño a Víctor Jara, en Río Springsteen arrancó con un tema del difunto rockero local Raul Seixas, ‘Sociedade Alternativa’, para a continuación atacar un sinfín de hits con el que repasó de cabo a rabo (lo anunció primero en portugués) ‘Born in the USA’ antes de la locura de ‘Dancing in the dark’, en la que subió al escenario a varios espectadores que se emocionaron, si bien Bruce parecía estar más en éxtasis que ellos mismos. Su energía pareció no tener fin y algunos adolescentes, abatidos y sentados en el suelo, se preguntaban cómo podía tener ese aguante y esa fuerza un señor que casi les cuatruplica la edad. Entre los miembros de la E Street Band, sin embargo, fue uno de los más jóvenes el que llamó más la atención por sus solos y su carisma: Jake Clemons, sobrino del que fuera saxofonista de la banda Clarence Clemons, fallecido en 2011. Antes de Bruce, el joven John Mayer enloqueció a miles de jovenzuelas con su blues a veces edulcorado con estribillos pop y otras veces enrevesado en su virtuosismo de riffs. Era el penúltimo baño de masas en una jornada también agitada por ídolos locales como Lenine o la banda de reggae-rock Skank. Iron Maiden, Slayer o los también brasileños Sepultura cerrarán mañana una semana de inyecciones del más variado, en estilos y en edades, ‘mainstream’, por donde han pasado Bon Jovi, Alice in Chains, Muse, Offspring, Florence and The Machine, Alicia Keys y un larguísimo etcétera entre los cuales tal vez Justin Timberlake y Beyoncé queden grabados con más fuerza. Si son pocos quienes han podido quedar insatisfechos con la oferta musical del Rock in Rio, muy diferentes son las sensaciones que quedan, una vez más (como ya sucedió con la visita del Papa), con la logística. Un problema con las tuberías de los baños llegó incluso a amenazar la celebración del festival. Aunque tal vez el inconveniente más grande para gran parte de los asistentes ha sido la movilidad, especialmente cuando los conciertos han sido entre semana y los atascos han retenido durante horas a los vehículos en su largo camino hacia el barrio de Barra da Tijuca. Ubicado en la Zona Este de la ciudad y a unos 20 kilómetros del centro, Barra da Tijuca es un símbolo del renacer económico de la segunda mayor ciudad de Brasil. Reconocible por sus rascacielos y centros comerciales, construido en su mayoría en los últimos años, se trata del barrio que acogerá la gran mayoría de instalaciones en los Juegos Olímpicos de 2016. Pero el Metro está muy lejos de llegar hasta allí y las limitaciones en el transporte son un problema diario para sus habitantes multiplicado cuando se celebran eventos como el propio Rock in Rio o la cumbre de la ONU Rio+20, que tuvo lugar en junio del pasado año. El descomunal refuerzo de autobuses evitó estos días que el desastre fuera mayúsculo y hubiera problemas serios para regresar a los lugares de origen. El barrio -y la ciudad- no parecen ni mucho menos aún preparadas para recibir un evento del tamaño de un Mundial como el que se celebra el próximo año.

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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