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Pócimas con historia

Inventar tiene sus riesgos. Cuenta la leyenda que, en 1879, Thomas Edison se quemó un dedo mientras estaba experimentando en Nueva York con la bombilla de filamento y bajó a la farmacia para comprarse una crema que aliviara el dolor. La botica en cuestión era C.O. Bigelow, hoy en día la más antigua de la Gran Manzana.
Fundada en 1838 por el doctor Galen Hunter, C.O. Bigelow no es un establecimiento cualquiera. Entre sus clientes se encuentran actores, artistas e intelectuales que siguen encargando en este local del barrio de Greenwich Village pócimas, ungüentos y artículos de belleza.
GEL DE DUCHA. De menta, No. 1411. 9 euros (295 ml).

Los archivos demuestran que el escritor Mark Twain, autor de ‘Las aventuras de Tom Sawyer’, era cliente, lo mismo que Eleanor Roosevelt, quien vivió en la zona entre 1938 y 1942.

‘A una buena farmacia’

La farmacia conserva cartas en las que la esposa del 32º presidente de Estados Unidos solicitaba a C.O. Bigelow cremas y artículos de belleza de uso diario. Tal era la reputación de la botica que, en 1971, el servicio de correos de Estados Unidos remitió a C.O. Bigelow una carta cuyo sobre indicaba tan sólo: «A una buena farmacia. Nueva York».
Pero la gloria del establecimiento no es cosa del pasado. Entre la clientela actual se encuentran Susan Sarandon, Calvin Klein, Liv Tayler, Jennifer Jason Leigh y Christina Ricci.
Uno de sus puntos fuertes es la gama de productos de belleza para hombre y mujer inspirada en fórmulas antiguas hechas con plantas, como una crema para cuerpo con el limón de ingrediente principal, inventada en 1870, especialmente indicada para pieles secas.
Su catálogo propone desde champús hasta lociones para el pelo pasando por espumas de afeitar, tónicos para la piel, desodorantes, geles de ducha, cremas hidratantes, limpiadoras de cutis, bálsamo para labios y colonias.

Económica

Pese a la calidad de sus productos, la botica mantiene precios relativamente módicos. Geles de ducha, cremas hidratantes para cuerpo y champús rondan los 11 €, las colonias, unos 26 €, las espumas de afeitar están en 7,7 € y los desodorantes, en los 9 €.
La farmacia cuenta asimismo con una gama de brochas, cuencos y maquinillas para afeitarse como en una antigua barbería. Un set de brocha y maquinilla con mangos de ébano y soporte metálico cuesta 100 €. Las que tienen mango de ébano o marfil oscilan entre 38 € y 61 €.
ORIGINAL. Foto histórica de la fachada original, a finales del siglo XIX.

ORIGINAL. Foto histórica de la fachada original, a finales del siglo XIX.

Remodelada en 1902

Otro de sus atractivos es que, a pesar de su éxito, la farmacia apenas ha cambiado desde su última remodelación en 1902. Por fuera puede pasar desapercibida en el bullicio de la Sexta Avenida. Dentro aún conserva el suelo de mosaico original y las estanterías acristaladas.
Desde su fundación, el establecimiento ha ido pasando de mano en mano. En 1880 Clarence Otis Bigelow, uno de los ayudantes del doctor Hunter, adquirió el local en el que trabajaba y lo bautizó con su nombre.
En 1939, William Ginsberg compró la botica, que sigue en manos de la familia. Hoy su nieto Ian dirige el negocio.
En este legendario espacio no sólo se venden productos de fabricación propia. La botica es una cueva de Alí Babá donde pueden hallarse cosméticos del mundo entero. «Si no lo encuentra en ninguna parte, pruebe en Bigelow», reza su eslogan.
Si usted no puede darse una vuelta por el Greenwich Village neoyorquino, puede adquirir los productos a través de la web de la marca.

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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