Moda

Toni Benítez: «En nuestra profesión hay que ser humilde»


Nació viendo flamenco, pero la alta costura fue su destino. Empezó vendiendo botones y regalándolos a los grandes para beber de la fuente de los genios. Habla con mucho cariño de sus años trabajando para la Familia Real, de la que se reconoce un gran admirador y defensor. 

Sencillo y humilde, vive la veteranía desde la atalaya de su casa en pleno corazón de Sevilla, con ventanas y balcones que dirigen sus suspiros a la Giralda. Nació en Sevilla y en Sevilla quiere morir, pero es Sevilla la que muere con él. Mientras hacemos la entrevista, perfila un diseño de una flamenca.


Hoy Corazón ¿Cómo se dio cuenta de que la moda era su mundo?
Toni Benítez A los cinco años, muy niño. Empecé a diseñarle a mi madre. Mi primer diseño se lo dio a una modista y tanto le gustó que lo estrenó un Domingo de Ramos. Los escaparates de Cerezal en la calle Cuna de Sevilla me despertaban interés. Mi padre tenía una consulta de practicante cerca y yo pasaba diariamente por allí. Yo en aquella época también era practicante, pero cada vez que veía el escaparate, lo dibujaba para luego transformarlo.


H.C. ¿Cómo fueron sus comienzos?

T.B. Cuando dejé de ser ATS y me fui a Ginebra, se me despertó la curiosidad por la moda y empecé a ofrecer en las tiendas mis dibujos de escaparates.


H.C. ¿Era Sevilla una fuente de inspiración?

T.B. Yo creo que Sevilla es una buena fuente de inspiración para todo. Para pintores, artistas, bailaores… Tiene mucho embrujo.


H.C. ¿Cómo ha cambiado España?

T.B. ¡Uy! Muchísimo… Aquella era una época fácil para todo el que tenía un poco de valor y algo de pellizco. Había que ser educado para empezar. Ser correcto, estar en tu sitio. Eso se lo digo mucho a los jóvenes. Ahora corren mucho. Siempre digo que no pueden con la primera colección que pasan ponerse la etiqueta de alta costura. Hay que esperar y ver mucho de los demás. Ver muchas revistas para saber quiénes fueron Balenciaga, Pertegaz… En nuestra profesión, sobre todo, hay que ser humilde.


H.C. ¿Qué trabajo le ha marcado más?

T.B. Todos. El tiempo que estuve trabajando en La Zarzuela lo echaré de menos hasta que me muera. Era maravilloso el trato que me dio siempre la Familia Real. 


H.C. ¿Puede contarme alguna anécdota que recuerde por cariño?

T.B. Recuerdo a una señora de un pueblo de Madrid. Entró en mi taller y me dijo que quería que le hiciese, sin que lo supiera nadie, el vestido de novia a su hija porque la que tenía mi contacto del pueblo no se lo quería dar. Me dijo que había ganado mucho dinero con los melones y me quiso dar un millón de pesetas. Me negué y le dije que cuando terminásemos le daríamos la factura. Ella me preguntó que si no sería más y yo le aseguré que menos de la mitad. Sería hace unos 30 años y no lo olvido.


H.C. Si no hubiese sido modisto, ¿qué hubiera sido?

T.B. Pintor… ¡No! Hubiese sido bailaor. Me encantan las bulerías. Me gusta el baile puro, el que aprendí cuando iba al Guajiro. La mejor sala de fiestas que ha tenido España. Cantaban las hermanas España, bailaba Farruco, Matilde Coral… El elenco más grande que ha dado el flamenco.


H.C. ¿Cómo ve el momento que está viviendo en la actualidad la moda española? 

T.B. No lo veo malo, pero no es un buen momento económico. Hay mucha inspiración. Lo que ocurre es que la costura está muy difícil. La medida es cara y pocos se encargan ahora cuatro o cinco trajes por temporada. Pero la inspiración sí vive un buen momento.


H.C. ¿Quedan artesanos?

T.B. Quedan pocos, pero muy buenos. En Sevilla, se cuentan con los dedos de una mano. Creo que debería haber escuelas de sastres. Cuando tienes que enseñar a niños, como me pasó a mí, que te multen por no ser oficial. Hay que crear una escuela.


H.C. ¿Cómo fue la alta costura que conoció siendo representante de botones?

T.B. La mejor. Me fui de esa manera a los grandes. Conocí a Pertegaz, Rodríguez, Elio Berhanyer… Yo les daba los botones gratis a cambio de que me dejaran verles hacer una prenda. Ellos me dejaban colocarle los botones. No era fácil, pero fue maravilloso.


H.C. ¿Cómo era el trato entonces en esas casas de alta costura?

T.B. Yo iba a mi trabajo. Siempre guardé la distancia profesional para hablar con ellos.


H.C. ¿En qué estilo se incluiría usted?

T.B. Clásico. En un estilo que reflejaba mi admiración por los grandes como Dior. Siempre fui fiel a lo clásico.


H.C. ¿En qué tipo de personas confió para formar su equipo?

T.B. Yo metía a gente que a lo mejor no tenía mucha formación, pero que en seguida se ponían a coser divinamente. Si le aconsejabas bien y le decías cómo había que picar un cuello o forrar una prenda, aprendían rápido. Si hay gente grande es porque tiene detrás un taller, con grandes profesionales. No me gusta cuando un diseñador dice: «Yo bordo, yo hago, yo corto»… Tú diseñas y llevas un taller y con eso tienes bastante. Hay que pagarles bien para que nunca se te vayan.


H.C. ¿Qué materiales no podían faltar en su taller?

T.B. Los buenos… Yo creo que desde la aguja, el dedal, el jaboncillo y el metro, que es el comienzo, a las buenas telas. Los buenos tejidos son muy importantes. 

Todavía hay trajes míos por ahí, después de 35 años. Siguen teniendo apresto.


H.C. ¿Cómo vive el descanso del guerrero? 

T.B. Con nostalgia, y cada día que pasa, más.


H.C. Pero la gente le sigue queriendo…

T.B. Sí y lo sé, pero mi mundo entonces era distinto. El ir y venir, el trato con los clientes que, más que eso, eran familia. Son muchas cosas las que me dejé en el tintero. Me gustaría que se hiciese un Museo del Traje en Sevilla al que donaría todos mis diseños.


H.C. ¿A qué dedica su tiempo ahora?

T.B. Me retiré mayor porque pensé que no tenía fuerza para estar todo el tiempo de Madrid a Sevilla. Me matriculé en Bellas Artes, pinto piedras… Tengo una colección de cerca de 500 con personajes y flamencas.


H.C. ¿Cuál es la mujer perfecta?

T.B. La mía fue Manuela Vargas. La más perfecta y con más fuerza que conocí. La elegancia innata era ella.


H.C. ¿Qué es la elegancia?

T.B. Algo con lo que se nace. Naty y Ana Mari Abascal lo son, no porque lleven un Valentino, sino porque va en su condición. La elegancia no la da una prenda.


H.C. ¿Por qué se quedó en Sevilla?

T.B. Porque en Sevilla nací, crecí, me eduqué y Sevilla siempre ha sido mi inspiración. En Sevilla quiero morir. 


H.C. ¿Se siente satisfecho con su carrera?

T.B. Sí, pero me falta mucho por hacer y me da pena no haber podido continuar. Quizás un taller da muchos problemas, también satisfacciones, pero todo lo que él conlleva requiere mucha dedicación. La juventud hoy no quiere aprender a coser y es difícil esa lucha.


H.C. ¿Tiene una receta para ser feliz?

T.B. Ser buena persona. No hablar mal de nadie. Estar siempre en segundo plano, porque en el primer plano se pasan muchos sinsabores y envidias.


H.C. ¿Cómo le gustaría que le recordasen?

T.B. Quiero que en mi lápida ponga solo Toni Benítez. Como pongan Antonio Benítez no me conocerá ni el que haga la lápida (risas). 

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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