Salud

¡Ponle Sal a la Vida!

Ha sido fuente de salud desde la Antigüedad. De hecho, la palabra celta con la que se hacía referencia a la sal, significaba santo o sagrado, Platón la describió como un “regalo preciado de los dioses”, y tal era su consideración en otros tiempos que hasta se utilizaba como forma de pago en el trabajo (de ahí la palabra ‘salario’). Sin embargo, ha pasado de ser un alimento casi sagrado (de hecho se utiliza en muchas recetas de magia y en rituales de limpieza de energías) a ser ese comodín al que echar la culpa de un sinfín de males. Una mala fama labrada durante años que, sin embargo, no es tan real, pues no podríamos vivir sin ella.
La buena y la mala
La clave está en consumir sal marina sin refinar, es decir, la que se extrae de la simple evaporación del agua de mar, y hacerlo en su justa medida.

-La sal natural mineral. Es la sal marina no refinada y contiene cloruro, sodio y los 84 elementos minerales esenciales (en la misma proporción que en el organismo). Consumida en pequeñas cantidades contribuye a drenar toxinas, eleva la vitalidad y energía corporal. Realza el sabor de los alimentos y facilita la digestión, pues estimula el sistema digestivo al poner en funcionamiento el proceso salival y los jugos estomacales. Eso sí, como la sal cruda no se absorbe muy bien, hay que añadirla mejor durante la cocción para que se incorpore bien a los alimentos.

-La sal común o refinada. Cuando la sal se refina, se somete a un proceso de secado a más de 650 ºC, temperatura que altera su estructura química y elimina el efecto mineralizante de la sal natural sobre nuestro organismo. El excesivo consumo de esta sal alterada incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, pero también puede crear un estancamiento del ki (la energía), provocar calambres, sequedad en la piel, retención de líquidos, hipertensión, abotargamiento mental, etc. Señales de alarma que anuncian que estamos consumiendo la sal inadecuada o cantidades excesivas son: sed constante, mucha hambre, sequedad en la piel, somnolencia, cansancio, falta de energía…

Beneficios:
-Contribuye a la mejor absorción de nutrientes en el tracto intestinal.
-Es un potente antihistamínico natural que ayuda a limpiar la congestión nasal.
-Previene calambres musculares.
-Ayuda a regular el sueño y la líbido.
-Reafirma los huesos.
-Equilibra el nivel de azúcar en sangre.
-Genera energía en las células del cuerpo.

Energía ‘yang’
Para los orientales, el sabor salado representa el elemento Agua y es un alimento yang. Éstos suelen ser cálidos, secos, duros y generalmente de color claro, aportan tranquilidad, paz, creatividad, sociabilidad y actividad. La sal, como yang, ayuda a calentar el organismo, a incrementar el ki (la energía) y a moverla hacia el interior del cuerpo y hacia la parte baja. Además, al elevar la vitalidad y la energía, hace que mejore el estado de huesos, pelo y piel, facilita la concentración, potencia la agudeza mental y hasta contribuye a una mejor sexualidad al aumentar la libido.

‘Top’ belleza
La sal hace que la energía interna del cuerpo fluya bien, pero, además, externamente favorece el drenaje linfático, la tonificación y la eliminación de toxinas (de ahí el efecto benéfico de nadar en el mar), acelera el proceso de renovación celular, cierra y desinfecta los poros (sal con gotas de limón o naranja fresca), exfolia el cuero cabelludo (bueno para la caspa), el cuerpo y las manos (mezcla sal con aceite, crema o limón), descongestiona los párpados (compresas de agua caliente y sal). 
Lo último: la haloterapia. Es una terapia salina que permite reproducir en una cámara la misma atmósfera de una gruta de sal y respirar sus beneficiosos aerosoles (cloruro de sodio, yodo…).

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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