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Tiffany cumple 175 años en plena forma

Charles Lewis (izq.) en su tienda de Union Square (Nueva York), en 1899, junto a Charles T. Cook, quien asumió las riendas de la firma tras la muerte de Lewis en 1902.
Charles Lewis (izq.) en su tienda de Union Square (Nueva York), en 1899, junto a Charles T. Cook, quien asumió las riendas de la firma tras la muerte de Lewis en 1902.

Tiffany cumple 175 años en plena forma

22-11-2012
Gonzalo Ugidos
Sus joyas y diseños han hecho suspirar a primeras damas, divas y aristócratas desde que Charles Lewis Tiffany abriera en 1837 su primera tienda en Nueva York con la ayuda económica de su padre. «Es el mejor lugar del mundo, donde nada malo puede suceder», afirmó Audrey Hepburn en la película «Desayuno con diamantes» del escaparate que cada mañana contemplaba fascinada.
Collar y broche de perlas y oro, que el presidente norteamericano Abraham Lincoln encargó para su esposa en 1861.
Si no existieran las mujeres tampoco existiría Tiffany, porque aunque el dinero no puede comprar la felicidad, sí puede comprar algunos consuelos. Al menos eso debía de pensar Marilyn Monroe cuando, en «Los caballeros las prefieren rubias», cantaba que “los diamantes son los mejores amigos de una chica”.
Por los mismos años, Truman Capote escribía «Desayuno con diamantes», su novela más vendida. Han pasado 50 años desde que Audrey Hepburn desayunara en Tiffany, “el mejor lugar del mundo, donde nada malo puede suceder”, según aseguraba su personaje Holly Golightly en la película del mismo nombre. Desde 1940 su buque insignia está en la esquina de la Quinta Avenida con la calle 57, de Manhattan. Esa tienda, escenario de películas como la de Hepburn o «Sweet home Alabama»(2002), es un «top of mind» del lujo, una referencia inevitable de las más inaccesibles ensoñaciones.
Es fácil reconocer el lugar gracias a la bandera que ondea en el edificio y al reloj encima de la entrada principal, que se completa con la figura mitológica de un Atlas de tres metros en madera recubierta de bronce. El granito pulido de la fachada es famoso por sus cinco pequeñas ventanas, como cinco troneras del fastuoso castillo de la gemología, que se repiten hoy por las 200 tiendas repartidas por todo el mundo.
Todo comenzó hace 175 años, cuando el joven Charles Lewis Tiffany abrió una tienda de artículos de escritorio. Como su socio era John B. Young, la firma se llamó al principio Tiffany & Young y nació gracias a un préstamo de unos 1.200 euros actuales que Lewis pidió a su padre. Durante su primer día de apertura, el 21 de septiembre de 1837, sus ventas ascendieron a 4,98 dólares, lo que confirma que el futuro siempre nace pequeño. De hecho, Tiffany & Young prosperó como la tienda preferida de los neoyorquinos que buscaban objetos exóticos que Tiffany compraba a los barcos que regresaban a Nueva York y Boston desde lejanos puertos.
Fachada de la joyería, en la Quinta Avenida.
Fachada de la joyería, en la Quinta Avenida.
EL NEGOCIO DE LOS DIAMANTES. Cuando en 1848 cayó en Francia la monarquía de Luis Felipe, a Charles le sonrió la suerte, porque los aristócratas franceses salían en estampida y ofrecían sus diamantes por dinero contante y sonante. Tiffany aprovechó la oportunidad y arriesgó los beneficios de la empresa en un alijo de diamantes. La prensa bautizó a Charles como “el rey de los diamantes”: su boutique ya era entonces la mejor joyería americana. Su olfato para el negocio era de auténtico sabueso y en 1858 dio otro golpe. Compró 32 kilómetros de cable a Cyrus W. Field –el empresario que creó la Atlantic Telegraph Company y puso el primer cable telegráfico a través del océano Atlántico–, lo cortó en trozos de cuatro pulgadas (unos 10 centímetros) y los decoró con una terminación en latón.
Otras partes las convirtió en pisapapeles, bastones, mangos de paraguas y leontinas. El día que salieron a la venta los souvenirs en la sede de la compañía, en el 259 Broadway, la policía tuvo que controlar a las multitudes que reclamaban sus memorabilia por un precio no negociable: una revolución para la época que creó tendencia.

Charles L. Tiffany se podía permitir esas estrategias y más en la década de 1870, cuando el capitalismo se convirtió en desenfreno. Un grupo de magnates industriales, surgidos de los escombros de la Guerra de Secesión, amasaban fortunas inimaginables con la connivencia de Washington. La presidencia del héroe de la guerra, U. Grant, fue la más corrupta de la Historia, aun cuando es probable que él no se manchara las manos. Los Rockefeller, Vanderbilt, Morgano Carnegie campeaban por el país como una aristocracia natural.
Así, Charles L. Tiffany veía su tienda abarrotada de mujeres estilosas que llegaban en carruajes de caballos y descubrían en Tiffany & Co. el «american style» que estaba surgiendo como un trasunto de los opulentos estampados europeos de la época victoriana. Esos exquisitos diseños, sencillos y armónicos, llegaron a ser el sello de los objetos de Tiffany, que ganó su primer reconocimiento internacional en la Exposición Universal de París de 1867.
Pero ya 15 años antes, la firma se había convertido en la primera compañía americana en aplicar el estándar 925/1000 sobre la plata –piezas cuyo material principal era la plata en un 92,5% y el resto una aleación de cobre o níquel–. Tal fue el éxito que, en 1926, se adoptó el estándar como el oficial del país.
No fue ni la primera ni la única aportación de la compañía a la identidad nacional: durante la Guerra Civil (1861-1865) fabricó espadas, banderas e implantes ortopédicos para el ejército, y Lincoln compró un collar de semilla de perla para su mujer, Mary Todd. En 1885 Tiffany rediseñó el Great Seal (escudo de Estados Unidos) que aún hoy podemos ver en los billetes de un dólar.
Una de las piezas emblemáticas, el Tiffany Setting, un anillo de compromiso.
Una de las piezas emblemáticas, el Tiffany Setting, un anillo de compromiso.
LA LLEGADA DEL COLOR. Esas innovaciones replican el espíritu del fundador, tradicional en las maneras (siempre vestía con frac y sombrero de seda, iba andando al trabajo y jamás faltó por una enfermedad) e innovador en los negocios. Un ejeplo fue la introducción de piedras preciosas de color. Otro, el catálogo Tiffany’s Blue Book, que había sido publicado por primera vez en 1845 y que, en 1878, mostró en su cubierta el particular tono azul no me olvides que hoy es mundialmente conocido como Tiffany Blue.
En 1876 compró una turmalina excepcional al famoso gemólogo George Frederick Kunz quien, poco después, colaboró con Tiffany en la búsqueda de las mejores piedras preciosas en todo el mundo. En las minas Kimberley, Sudáfrica, descubrieron un diamante amarillo espectacular de 287,42 quilates; Charles Tiffany lo compró por 14.000 euros y lo mandó tallar en forma de cojín con un peso de 128,54 quilates y 82facetas. Brillaba como si tuviera una llama dentro. Hoy se expone en la tiendade la Quinta Avenida. Solo dos mujeres han tenido el privilegio de lucir el impresionante diamante Tiffany: la moralista británica Mary Whitehouse, en un baile en Newport, y Audrey Hepburn, para la promoción de «Desayuno con diamantes».
Pero su innovación de más éxito la hizo Charles en 1886: el anillo de compromiso que hoy conocemos como Tiffany Setting, una innovación que, con sus seis dientes de platino, maximiza el brillo de la piedra. El joven Franklin Roosevelt compró uno en 1904. Hoy sigue siendo la mejor seña de identidad de la marca y el símbolo de su hegemonía.
A lo largo de la Historia han formado parte de su clientela los Vanderbilt, Astor, Guggenheim, Seligman, Whitney, Havemeyer o J.P. Morgan; pero también artistas como Scott Fitzgerald o filántropos como Paul Mellon, que encargaron a Tiffany vajillas de oro y plata. Los admiradores de la actriz Lillian Russell encomendaron una bicicleta de plata para sudiva. El príncipe ruso Alexandre Bariatinsky compraba allí los diamantes que regalaba a su mujer, Lina Cavalieri.
Esas celebrities y los éxitos de la marca en las Exposiciones Universales fueron el trampolín para que la compañía se convirtiera en proveedora de los emperadores otomanos, de los zares y de otras testas coronadas. Hoy, 175 años después de su nacimiento, Tiffany& Co. se sigue reinventando. Por su cumpleaños ha patentado una nueva aleación de metales, el Rubedo, cuyo nombre evoca la mitología medieval y la unión mística del alma y el cuerpo. La colección conmemorativa “1837 Rubedo” tiene la firmade Charles Lewis Tiffany grabada en todas sus piezas, maravillosas y caras, claro.
Más info: www.tiffany.com

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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