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Las gafas favoritas de las ‘celebrities’

Llevan el apellido de Sol Moscot, quien las vendía en un carrito por las calles de Manhattan en 1914. Ahora las usan Johnny Depp, Mario Testino, Tim Burton o Lady Gaga

Con cristales redondeados, el modelo Grunya es uno de los más recientes de Moscot. La montura es de acetato negro
«Mi bisabuelo Hyman llegó a Nueva York en 1899 procedente de un pueblo de la antigua frontera entre Rusia y Polonia. Se ganaba la vida como vendedor ambulante en Orchard Street, en el sur de Manhattan, una zona en la que vivían muchos inmigrantes de Europa del Este. Allí empujaba un carrito en el que llevaba peines y todo tipo de cachivaches, pero lo que mejor se vendía eran las gafas«, dice Harvey Moscot (Nueva York, 1960), copresidente de Moscot, una marca fundada en la Gran Manzana en 1915 y cuya facturación ronda los cuatro millones de euros.

Hyman se especializó en monturas con cristales. El negocio fue un éxito, pues era uno de los pocos carritos ambulantes que disponía de anteojos. En 1915, abrió su primera tienda en el mismo barrio y poco después su hijo Sol, de 15 años, empezó a trabajar con él. Fue éste, el abuelo de Harvey, quien modernizó la empresa con sistemas precisos para graduar la vista, ya que hasta entonces encontrar cristales adecuados era cuestión de suerte y paciencia. La gente se iba probando gafas hasta dar con un par que mejorara su visión. En 1936, amplió el negocio inaugurando una óptica en la misma calle.

Tres cuartos de siglo después la tienda sigue allí, aunque la clientela ya no está formada por inmigrantes en busca de nuevos horizontes. Conocida por sus diseños retro, Moscot se ha convertido en una de las firmas preferidas de celebridades y estrellas de cine. Entre sus adeptos se encuentran Johnny Depp, Tim Burton, Ben Harper, Jeff Goldblum, Helena Bonham-Carter, Susan Sarandon, Lady Gaga, Chloë Sevigny... Los rumores les atribuyen la característica montura de Woody Allen, aunque no hay nada que lo pruebe: «No sabemos si son nuestras o no. Hace años que lleva el mismo estilo y puede que las haya comprado en una óptica multimarca que venda nuestros modelos, o que sea un diseño parecido, ya que nuestras colecciones tienen un marcado estilo vintage. Lo que es seguro es que Allen nunca ha pasado por una de nuestras ópticas propias«, indica Wendy Simmons, copresidenta de Moscot.

Sin pretenderlo, la pequeña empresa familiar se ha convertido en una marca de tendencia. Muchos de sus diseños aparecen en las editoriales de moda de las revistas y cada vez son más los clientes que acuden a las ópticas buscando un look de lo más actual. «Llevamos décadas fabricando modelos estilo años 40, 50 y 60 que antes casi nadie se ponía pero que ahora hacen furor«, añade Wendy.

De hecho, en Moscot no quieren que se les encasille como firma ultramoderna. «No somos diseñadores de monturas de moda. Tenemos clientes que vienen desde hace años, e incluso familias enteras. Yo mismo soy optometrista y paso consulta una vez a la semana. Aquí analizamos la vista y aconsejamos sobre el tipo de cristales que debe llevar, la montura que le sienta mejor«, dice Harvey, en la sala de reuniones de una de sus tres tiendas de Nueva York. En ellas, las paredes están repletas de recuerdos: fotos en blanco y negro de Hyman delante del escaparate, antiguas monturas y aparatos de graduación con más de medio siglo de antigüedad.

La tienda del 94 de la calle Rivington en 1936 con su propietario, Sol Moscot, en la puerta. Más de 75 años después mantiene intacta su decoración, tanto interior como exterior, con el mismo panel con el nombre de la marca en fondo negro

HERENCIA
Harvey se hizo cargo de la empresa en 1986 junto a su hermano Kenny (fallecido hace dos años). Confiesa llevar la óptica en la sangre. «De joven me hubiera gustado dedicarme a tocar la guitarra, pero creo que me habría muerto de hambre. Además las gafas forman parte de mi ADN. Crecí rodeado de monturas, ayudaba a mi padre y a mi abuelo a ajustar los tornillos de las patillas«, cuenta.

Una de las enseñanzas que recibió de su abuelo Sol es ofrecer un trato impecable. «No quería que comprar lentes fuera un mero intercambio. Deseaba inspirar confianza y establecer una relación personal más allá del intercambio de dinero«, explica. «Es por eso que hay gente que recorre miles de kilómetros para acudir a la óptica de Orchard St. Hace poco llegaron dos ingleses que solían comprar nuestras monturas en Londres. Deseaban conocer el ambiente de la tienda, que ha conservado el estilo desde 1936«, prosigue.

La marca sigue inspirándose en sus catálogos antiguos. Entre las piezas que más se venden destaca Miltzen, un modelo redondeado estilo años 30 que recuerda a los que solían llevar Warhol o Gandhi. Otro de los clásicos es el Lemtosh, con líneas rectas en la parte superior y que se corresponde con las que portaban artistas e intelectuales de mediados del siglo XX como Truman Capote.

Hasta ahora todas las monturas eran de acetato, pero en la colección de primavera 2012 han introducido por primera vez el acero inoxidable. Para la campaña de lanzamiento, la marca se ha asociado con músicos de heavy metal porque les gusta su autenticidad y su sentido del humor. «Aunque los aficionados a estos grupos no suelan formar parte de nuestra clientela, Moscot tiene una estrecha relación con la música. Organizamos conciertos en nuestra tienda y, además, con los empleados hemos montado una banda. Nos falta un bajista, así que si encontramos a un vendedor que, además, sepa tocar este instrumento lo contrataremos enseguida», dice Harvey medio en broma medio en serio.

A diferencia de otras marcas, Moscot no hace distinciones entre gafas de hombre y de mujer. Todos los modelos son unisex. «Hace años hacíamos dos colecciones distintas, pero advertimos que, una vez en la tienda, muchos hombres elegían gafas de mujer sin darse cuenta. No les podíamos decir que no se las debían poner porque las habíamos diseñado para mujer. Hay líneas que se adaptan bien a ambos sexos porque cambian completamente según quién las lleve«, dice Wendy.

Respecto a la fabricación, las piezas están pulidas y ensambladas a mano en talleres localizados en China y en Corea del Sur. «Hay quien piensa que el hecho de que fabriquemos en estos países implica mala calidad o condiciones de trabajo precarias, pero no es así. Colaboramos con talleres pequeños que sólo hacen gafas para nosotros, por eso tenemos un control total sobre la calidad«, dice Harvey, insistiendo en que desean mantener precios accesibles. 

Además de las tres tiendas neoyorquinas, las gafas Moscot pueden adquirirse en ópticas de más de 30 países o a través de su web, donde es posible probárselas virtualmente. Por el momento, no propone monturas a medida, aunque sí cierta personalización. «Se puede elegir el color del acetato y de los cristales. En nuestras ópticas adaptamos la forma de los cristales de algunos modelos. De todos modos, todas las colecciones diseñadas para gafas graduadas pueden convertirse en gafas de sol y viceversa«, dice Harvey.

El catálogo está repleto de piezas con nombres enigmáticos como Grunya, Koopa o Ipish. ¿Significan algo? «Hacen alusión a miembros de la familia, a amigos cercanos o a términos que para nosotros tienen una connotación especial. Por ejemplo, la Zolman se llama así porque era el nombre que figuraba en la partida de nacimiento de mi abuelo. Sol era un apodo. Así todo queda en familia«, concluye.

Más info: www.moscot.com

Periodista.Editora marcelafittipaldi.com.ar. Ex-editora Revista Claudia, Revista Telva España, Diario La Nación, Diario Perfil y revistas femeninas de la editorial

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